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Locos por la astronomía en Chile

La observación del universo se ha vuelto muy popular en un país que ofrece uno de los mejores cielos del mundo.

En Chile, la astronomía se ha vuelto popular. Miles de personas llenan las charlas de los astrónomos, piden sus autógrafos y compran libros que son verdaderos superventas. Los padres empujan a sus hijos a estudiar esta ciencia y si hace 40 años no había ni 20 astrónomos en el país, actualmente unos 200 doctores trabajan en las universidades y en los observatorios del norte del territorio o en el extranjero. Si tradicionalmente las noticias positivas que salían de Chile estaban relacionadas al turismo, ahora el primer lugar lo tiene la astronomía. “Lo que ha ocurrido es una especie de Big Bang”, ejemplifica la doctora María Teresa Ruiz, la primera licenciada en astronomía en Chile, una celebridad y una inspiración para las niñas y jóvenes que aspiran a seguir su camino.

Para Ruiz, directora del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA), la mayor institución nacional dedicada a la investigación astronómica, el interés masivo por la astronomía está ligado a la instalación de grandes observatorios internacionales desde fines de los años cincuenta. “Chile se estableció como una verdadera ventana al universo, donde se han instalado los más avanzados instrumentos de observación de las potencias tecnológicas del mundo. Se han hecho grandes descubrimientos desde este país”, señala la académica de la Universidad de Chile, que ha batido muchos récords: fue la primera mujer en doctorarse en Astrofísica en Princeton, en obtener el Premio Nacional de Ciencias Exactas y en dirigir la Academia Chilena de la Ciencia. Por descubrimientos suyos, como el de la primera enana café solitaria –un planeta que no alcanzó a ser estrella– fue premiada por Loreal-Unesco con el galardón For Woman in Science en representación de Sudamérica.

“De una científica destacada se transformó en un referente en diversas materias y en una líder de opinión consolidada y transversal”, relata Paula Escobar, periodista y autora del libro Conversaciones con María Teresa Ruiz. Pionera de la astronomía chilena, publicado recientemente.

“Chile tiene la suerte de que el 2 de julio próximo va a haber un eclipse total de sol en el Valle del Elqui, en el norte del país, y que el 14 de diciembre de 2020 se vaya a producir otro, en Villarica, en el sur”, explica el doctor José Maza, que en las próximas semanas publicará un nuevo libro, Eclipses, donde contará detalles de ambos episodios.

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El de 2019 ha provocado inmenso interés tanto de chilenos como de extranjeros: de acuerdo a la subsecretaría de Turismo, al menos 350.000 personas llegarán en julio a la región de Coquimbo, a unos 450 kilómetros al norte de Santiago de Chile, para observarlo. Se esperan visitantes de Francia, Inglaterra, Australia, Japón y Estados Unidos. Las reservas en hoteles, cabañas y hostales llegan al 93% en el Valle de Elqui, 83% en la ciudad de La Serena; 80% en Coquimbo y un 80% en La Higuera (uno de los mejores lugares para observar el eclipse, según el profesor Maza, que también recomienda la pequeña localidad de Condoriaco y el observatorio Mamalluca).

El astrónomo que esperará el eclipse del 2 de julio con una charla magistral y masiva en la ciudad de La Serena señala que, en los lugares privilegiados, durará dos minutos y medio. “El eclipe es una maravilla de la naturaleza. Ocurren en la mitad del Pacífico, en el corazón de África y nosotros en Chile tenemos el privilegio de poder observarlo en lugares bastante accesibles”.

Los astrónomos chilenos pueden utilizar un 10% de la capacidad de observación de todos los grandes centros europeos, norteamericanos, japoneses o taiwaneses que se encuentran en el norte del país, como ALMA y Paranal, lo que ha empujado a la ciencia nacional.

El norte de Chile está declarado como el mejor lugar de la Tierra para la astronomía: actualmente, el 50% de la capacidad óptica instalada para observar el cielo está en Chile y en 10 años, llegará al 70%. Pero los investigadores, en paralelo, se han volcado a las calles. El astrónomo José Maza, por ejemplo, es probablemente el rey de la divulgación. “Una verdadera estrella del rock”, relata su colaborador en CATA, el periodista David Azócar. Autor de libros como Somos polvo de estrellas, publicado en 2017 y que va por su 17º edición, en octubre del año pasado logró convocar a seis mil personas en la medialuna de Rancagua, a unos 100 kilómetros al sur de Santiago, un lugar habitualmente dedicado a prácticas deportivas campesinas. En la charla científica de mayor concurrencia en la historia de Chile, que cerró con aplausos de pie de los asistentes, Maza habló sobre Marte como próxima frontera, el tema de su último libro publicado.

“Si me pongo a hablar en difícil nadie me va a entender. Si me quiero comunicar con un niño soy yo el que tengo la obligación de lograr que el niño se motive y comprenda”, explica el astrómono, académico de la Universidad de Chile, la primera casa de estudios nacional en ofrecer la carrera, en 1965. “El otro día, el chófer del Metro me reconoció en una estación y me saludó con lágrimas en los ojos. En una reciente charla en la ciudad de Linares, en el sur, entró a verme el hombre que estacionaba los autos. En un país en que por muchos años no se consideró que la cultura fuera un alimento que se le pudiera ofrecer transversalmente a la gente, estos gestos emocionan”, confiesa el Premio Nacional de Ciencias 1999, doctorado en Toronto.

Maza es un comunicador innato, invitado habitual de la radio y la televisión, donde sus intervenciones suben la audiencia. “Estoy en la calle y veo una gigantografía suya. Me meto a una librería y está su imagen. Siento que me vigila”, bromea Ruiz sobre su compañero de profesión y amigo. Con un estilo sencillo, lúcido y alejado de lo políticamente correcto –Maza dice que la astrología es una estupidez sin fundamento y no escapa incluso de alguna palabrota simpática en sus charlas–, el doctor ofreció al menos 70 conferencias en 2018. Los talleres de astronomía que da en CATA despiertan un inmenso interés en el público general. Para el que comienza este miércoles, por ejemplo, postularon 277 personas para 114 plazas. En ocasiones, los alumnos son varios miembros de una misma familia. María José Lizana, licenciada en Filosofía, por ejemplo, junto a su hijo de 14 y una hermana enfermera participarán del curso Astronomía observacional, enamorándonos del cielo. “Recorreré de punta a punta la línea del Metro para escucharlo”, dice.

La masificación de la astronomía no es una moda “ni la flor de un día, como la de los cactus”, explica Maza, sino el fruto de décadas de trabajo. Los números de los últimos cinco años lo demuestran. En CATA, por ejemplo, en 2013 se ofrecieron cuatro cursos para público general, pero en 2018 fueron 13. En el último lustro los visitantes de la página de Facebook del centro pasaron de los 600.000 a los cuatro millones y medio. La menciones en los medios de comunicación subieron notablemente: si hace cinco años CATA y sus investigadores fueron nombrados 419 veces, en 2018 se superaron las 2000 en Chile y el extranjero. En este intento por llevar la astronomía a todos los chilenos no se ha descuidado a los niños. El año pasado, el centro impartió 11 cursos para pequeños desde los seis años con unos 350 participantes.

La divulgación de la astronomía tiene propósitos profundos. Para Maza, “el método científico es una manera de pensar. Queremos que los niños y los jóvenes puedan construir un país distinto y, para lograrlo, es necesario alfabetizar a los padres y abuelos”. De acuerdo a la doctora Ruiz, autora del superventas Hijos de las estrellas, “hay una tsunami de niños y niñas chilenos entre 11 y 18 años que quieren ser astronómos”. Le emociona que entre ellos haya muchas mujeres y que los padres estén “orgullosísimos”, lo que no sucedía hace algunas décadas. ¿Para qué es importante que la astronomía salga de los observatorios? “Para que la gente entienda que vivimos en un universo con un origen común, que todos somos hijos de la mismas estrellas. Que nuestro destino también es común y que solo tendremos éxito como especie en la medida que trabajemos en conjunto”.

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